Último atracón de kilómetros. Hay que llegar como sea a
Christchurch. Al final van a estar muy cerca de los 3.500 km en autocaravana.
Que digo autocaravana, camión.
Llegamos a medio día a Christchurch, y lo único que puedo decir es: Obras. Obras y
solares por todas partes. De todo lo que pone en una de la guía no queda casi
nada en pie. Vamos que lo de los terremotos no fue ninguna broma. Tengo la
sensación como de catástrofe nuclear, ‘Christchurch, después del dia D’. Todo
muy de peli de serie B. A mi me deja impresionado la capacidad de un terremoto
de destruir lo construido por el hombre, a Luis ni fu ni fa.
No hay mal que por bien no venga, aparcar se puede aparcar
en el centro sin ningún problema, y a todas horas. Todo son solares
reconvertidos en apartamentos. Y en todas partes hay proyectos de levantar
edificios semi-clónicos. Todos cubos de cristal con pilares. Y sobretodo esto
sobresale el elemento icónico por excelencia de Christchurch: el cono. 50.000
desviaciones de tráficos y detours señalizados, y todos con mil conos. Viva el
cono. Estoy convencido que el tío del alcalde tiene una fábrica de conos (O al
menos así seria en España).
Por la noche cena de despedida, y como la cocina neo zelandesa
no ha ido mucho mas allá de los fish and chips, y ya lo hemos mas que
probado, miramos las criticas del trip
advisor, y acabamos en un griego muy bueno, con el primer Shiraz que me
sorprende de Nueva Zelanda.
Por la noche decidimos explorar la movida gay de la ciudad
del cono, y como podríamos esperar en un miércoles noche, somos nosotros y los
conos. Mas que deprimente, dejaremos el ambiente para Sidney.
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