Por la mañana la visita obligada ha sido a las Moeraki
boulders. Son unas concreciones calizas, producidas en el fondo marino, que con
el pasar de los miles de años reaparecen en superficie. Vamos para entendernos,
como gigantes pelotas de piedra, súper redonditas en la playa. Esto ha supuesto un marco incomparable para
que Luis me impusiera un photo book extenso. No es que no me gusten las fotos,
es que las odio. Y encima, después de haber hecho un curso de fotografía este
año, creo que he disparado 40-50 fotos en manual, el resto todas en automático.
Un desastre.
Después una visita a una colonia de focas para mil fotos
mal, en Shag point, algo asi como la punta del revolcón. Nosotros, de revolcón nada, solo fotos.
La comida ha sido la versión castiza del fish and chips.
Teníamos comprado pescado y patatas, así que hemos plantado la mesa de camping
y a la frintandonga. Mientras en otras caravanas comían un bocata y continuaban
ruta, nosotros hemos hecho hasta mini siesta.
Ya a media tarde hemos llegado Omaru. Un pueblecillo
monísimo, con una calle principal llena de edificios de piedra victorianos, y
una tendencia a poner ropa vintage en todas las esquinas. Ropa vintage de
verdad, y no como la que sale por la tele.
Y al atardecer el plato fuerte de Omaru la visita a dos
colonias de pingüinos. La primera la colonia de pingüinos de ojos amarillos,
hemos visto, uno y de lejos. Desesperanzados hemos ido a la otra colonia, la de
pingüinos azules, para vez otro mas. Que horreur.
Hemos hecho una pizza, y cuando salíamos del parking nos han
parado, porque un montón de pingüinos cruzaban la carretera. Y esta vez si eran
muchos, e iban como en familia. Monisimos. Hasta como cruzaban las vías del
tren, y subían una rampa. Vamos una monería, mona, mona.
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