Hoy es el día de las estrellas porque hoy
hemos comido y cenado de estrella Michelin. Es nuestro último día completo en
Japón y porque no acabar a lo grande.
El destino es Kamakura, la primera
capital de Japón. Con la tontería ya hemos estado en las 4 capitales de Japón
Rodri a dicho que Kamakura es como
Castelldefels, pero luego se ha rectificado a si mismo, y ha dicho que es el
Sitges japonés, y si, tiene razón. Se ve pijerio, y las casitas no se ven
baratas.
El plan ha sido alquilar unas bicis. Que
mejor que unas bicis de paseo para recrear la versión manga de Verano Azul.
Primero un memorial de un Shogun, que ya
ni me acuerdo el número. Con múltiples jardines, toriis y tal (Estoy de los
templos hasta la calva).
Luego momento Tour de France, porque ha
tocado subir una cuesta para visitar unos de los templos Budistas mas antiguos
de Japón. De hecho tenia un enebro que se suponía que tenían mas de 650 años, y
una súper puerta que al pasar te libraba de todo adicción y deseo (Rodri y yo
hemos pasado un par de vez, así que, aquí se ha muerto el deseo). Por supuesto
no faltaba el jardín Zen, con estanque en forma de ideograma de ‘iluminación’.
No se si es síndrome de Estocolmo o que, pero ya casi de después de estos días
me gustan los jardines Zen.
Con las bicis a toda hostia cuesta abajo
hemos terminado en un restaurante con una estrella Michelin donde la
especialidad era soba. Soba son fideos con caldo.. Bueno, después de unos
cuantos entrantes unos fideos gordos. Todo en un sitio súper chulo comiendo en
un tatami (Cuando te levantas no tienes rodillas, han desaparecido y tus
piernas se han convertido en un par de palos torcidos no articulados, ríete del
pirata de Family Guy).
Que es verano azul sin playa, pues eso,
después de comer a la playa. Rodri ha metido los pies por primera vez en el
Pacifico y luego a ver los surfistas. Si es que nos gusta mas un neopreno y una
lycra que aún tonto un lapicero.
La última visita del día ha sido al gran
Buda de Kamakura. Parece que hoy hemos pasado del sintoísmo al budismo. Si es
que en este país la religión es un lio, donde se ponga la Cienciología.
De vuelta a Tokyo hemos tenido el broche
final gastronómico. Sushi en Kiubey, también estrellado Michelin. La
experiencia ha sido bestial. Así que me acuerde: Sashimi de atún mega graso, un
toro exquisito, sashimi de gambas que las han matado delante nuestro (Se movían
las patitas incluso después de separar la cabeza), onagi sushi y sushi de
anguila de mar (Que yo no había probado antes). Como estábamos rumbosos a tope
lo hemos regado con dos botellas de Pinot Noir Cloudy Bay. Total que hasta ha
subido el dueño ha hacerse fotos con nosotros. Por suerte el euro esta fuerte,
si no la hostia hubiera sido de antología suprema. Aunque si puedo decir que es
el mejor sushi clásico que he probado nunca.
Y aprovechando que estábamos medio
contentos y que es viernes, un poquito de salir por la noche. Nota: Los
japoneses y los turistas no se mezclan en los sitios, unos por un lado, y los
otros por otro. Raro, raro, raro